
Hace algún tiempo cayó en mis manos un documento que me dio mucho que pensar. Se trataba de un enlace a una página en donde figuraba una lista de los españoles ejecutados en los campos de exterminio nazi.
Desde que tales hechos ocurrieron, los gobiernos del mundo han llevado a cabo diversas campañas cuyo fin era el de procurar mantener vivo el recuerdo de las atrocidades cometidas por las fuerzas del nacional socialismo y sus extremidades, la GESTAPO y las S.S. El recuerdo de tales crueldades debe evitar que vuelva a repetirse tamaña felonía.
El hecho de que el hermano de mi madre acabara sus días en uno de aquellos campos me impulsó a recabar información a través de la red. Lo hice, no por morbosos propósitos, sino para averiguar cuanto había de cierto en las afirmaciones de mi madre, que solía despotricar, con lagrimas en los ojos, sobre la locura del hombre en tiempos de guerra. Una guerra que aniquiló a cinco de sus once hermanos. La historia del soldado Ryan es casi una anécdota frente a esto.
Y lo encontré. Hallé la pista de mi tío en las instalaciones aún en pié del campo de concentración de Mauthaussen, concretamente en un sub-campo del que muy pocos supieron nada, pero que en muy poco tiempo se convirtió en el mismísimo infierno para miles de personas. El campo de exterminio de Gusen.
Los prisioneros republicanos españoles eran enviados a este campo de concentración, considerado de categoría III (campo sin retorno) por los nazis, donde hasta el mismo día de la liberación se efectuaron ejecuciones utilizando gas Zyklon B. Tras el gaseamiento, eran introducidos en hornos de cremación, siguiendo la misma suerte de más de seis millones de judíos.
Mi tío, cuyo nombre prefiero obviar, nacido en Santander por azares del destino, murió allí en Julio de 1941 a los 31 años de edad, tras sufrir indecibles penurias de las que hoy solo sabemos por las producciones cinematográficas y por los terribles documentos gráficos que aún pueden obtenerse.
Algunos simpatizantes del actual neonazismo aseguran que tales ejecuciones jamás tuvieron lugar y arremeten contra todo aquel que presenta pruebas del holocausto. A pesar de estos fanáticos adoradores de monstruos, queda el mudo testimonio de aquellas listas, elaboradas por seres que nunca han merecido el calificativo de humanos. Monstruos sin conciencia ni remordimientos, quienes espero, de todo corazón, estén pudriéndose en el más oscuro de los infiernos de sus propias pesadillas.
Primero fueron los judíos, después todo aquel que se oponía a su tiranía, más tarde les hubiera tocado el turno a los que no se ajustaran a su ideal genético y por último, seguramente hubieran empezado a devorarse entre ellos.
El sadismo no entiende de ideologías a pesar de que éstas se utilizan para justificarlo. El placer por la sangre vertida, por la agonía de las madres llorando impotentes frente a las cenizas de sus hijos, es su credo.
Aquella locura que desembocó en la segunda guerra mundial no vino de manos de los militares, sino del descontento, de la frustración, de la falta de identidad propia y del odio que había anidado en el pueblo. Los nazis, simplemente, se aprovecharon de ello.
Recordemos.
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